jueves, 1 de agosto de 2019


La violencia una Conducta Adquirida.
(Tercera parte)
Determinantes antecedentes
¿Todas las acciones se producen al azar? ¿Todas las intervenciones y decisiones de las personas se llevan a cabo de un modo intuitivo e irreflexivo? ¿Medimos “el peso” de cada uno de nuestros actos? Estas son las cuestiones sobre las que el autor reflexiona con el lector en este capítulo y pretende dar respuesta de manera profunda. La primera premisa a tener en cuenta es que si las personas carecieran de -capacidades anticipatorias- se verían obligadas a “actuar a ciegas” comprobando en cada momento la ineficacia o no de su conducta (lo que pudiera entrañar un serio peligro). Esto no es así ya que se pueden prever las posibles consecuencias y cursos de acción de los diversos sucesos y regular la conducta de acuerdo a ello. Como primeros antecedentes tenemos los que producen una respuesta fisiológica y emocional y que de una u otra forma, están sometidos a los estímulos del medio. Uno de los más “cotidianos” es aquel que desde la conducta anticipatoria proporciona protección contra los peligros potenciales, activando la conducta defensiva a fin de impedir o reducir acontecimientos aversivos. Pero los antecedentes también tienen diferentes formas de expresión, así queda de manifiesto en los aprendizajes simbólico y vicario de expectativas, mientras en el primero las reacciones de los individuos tienen la base en estereotipos, en el segundo, las respuestas emocionales se aprenden a través de la observación del sujeto y el efecto que en él tiene. Como segunda premisa tenemos la que se refiere a las funciones cognoscitivas en el aprendizaje de expectativas. Se puede afirmar que puede haber una estimulación cognoscitiva de las reacciones afectivas cuya base se encuentra en la capacidad para aprender a anticipar los sucesos a partir de los estímulos predictivos y a suscitar las reacciones anticipatorias adecuadas. El grado en que la conducta anticipatoria está sujeta a control cognoscitivo depende de que se haya establecido simbólicamente o a través de la experiencia directa, aunque puede ocurrir que los estímulos del sujeto no sean controlados por éste si la experiencia pasada resultó dolorosa o dañina. Existen diferencias en la facilidad con que pueden aprenderse las diversas respuestas y contingencias del medio, y es que si el aprendizaje de las especies inferiores está sometido a fuertes restricciones biológicas, el aprendizaje humano es capaz de aprender conductas muy diversas sin necesidad de nuevos mecanismos específicos de cada clase de actividad. Todo ello no debe “llevar a engaño” puesto que existen disfunciones que limitan al sujeto y lo “confunden” en su acción, destacan: la asociación por coincidencia (correlación entre coincidentes) y la generalización inapropiada (acontecimientos asociados a conductas aversivas). Por otra parte, si se afirma que la evolución para un cambio conductual debe ligarse cada vez más a un carácter cognoscitivo, entenderemos que quien se percibe así mismo como eficaz, reduce sus miedos anticipatorios e inhibiciones y refuerza las fuerzas para alcanzar el objetivo deseado. Para ello deben tenerse presente las fuentes principales de las expectativas de eficacia y los medios por los que operan los diversos modos de influencia, esto es: los logros de ejecución, la experiencia vicaria, la persuasión verbal y la excitación emocional. Esto es así porque el sujeto no necesita en cada momento descubrir las posibles consecuencias de cada estímulo, lo hace generalmente a través de explicaciones verbales, observando en muchos casos cómo se refuerza la conducta de otros en diferentes situaciones, pudiendo deducir que las acciones de los demás tienen un valor predictivo al correlacionarse con determinadas consecuencias.

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