La violencia una
Conducta Adquirida.
(Tercera parte)
Determinantes
antecedentes
¿Todas las acciones se producen al azar? ¿Todas las
intervenciones y decisiones de las personas se llevan a cabo de un modo
intuitivo e irreflexivo? ¿Medimos “el peso” de cada uno de nuestros actos?
Estas son las cuestiones sobre las que el autor reflexiona con el lector en
este capítulo y pretende dar respuesta de manera profunda. La primera premisa a
tener en cuenta es que si las personas carecieran de -capacidades
anticipatorias- se verían obligadas a “actuar a ciegas” comprobando en cada
momento la ineficacia o no de su conducta (lo que pudiera entrañar un serio
peligro). Esto no es así ya que se pueden prever las posibles consecuencias y
cursos de acción de los diversos sucesos y regular la conducta de acuerdo a
ello. Como primeros antecedentes tenemos los que producen una respuesta
fisiológica y emocional y que de una u otra forma, están sometidos a los
estímulos del medio. Uno de los más “cotidianos” es aquel que desde la conducta
anticipatoria proporciona protección contra los peligros potenciales, activando
la conducta defensiva a fin de impedir o reducir acontecimientos aversivos.
Pero los antecedentes también tienen diferentes formas de expresión, así queda
de manifiesto en los aprendizajes simbólico y vicario de expectativas, mientras
en el primero las reacciones de los individuos tienen la base en estereotipos,
en el segundo, las respuestas emocionales se aprenden a través de la observación
del sujeto y el efecto que en él tiene. Como segunda premisa tenemos la que se
refiere a las funciones cognoscitivas en el aprendizaje de expectativas. Se
puede afirmar que puede haber una estimulación cognoscitiva de las reacciones
afectivas cuya base se encuentra en la capacidad para aprender a anticipar los
sucesos a partir de los estímulos predictivos y a suscitar las reacciones
anticipatorias adecuadas. El grado en que la conducta anticipatoria está sujeta
a control cognoscitivo depende de que se haya establecido simbólicamente o a
través de la experiencia directa, aunque puede ocurrir que los estímulos del
sujeto no sean controlados por éste si la experiencia pasada resultó dolorosa o
dañina. Existen diferencias en la facilidad con que pueden aprenderse las
diversas respuestas y contingencias del medio, y es que si el aprendizaje de
las especies inferiores está sometido a fuertes restricciones biológicas, el
aprendizaje humano es capaz de aprender conductas muy diversas sin necesidad de
nuevos mecanismos específicos de cada clase de actividad. Todo ello no debe
“llevar a engaño” puesto que existen disfunciones que limitan al sujeto y lo
“confunden” en su acción, destacan: la asociación por coincidencia (correlación
entre coincidentes) y la generalización inapropiada (acontecimientos asociados
a conductas aversivas). Por otra parte, si se afirma que la evolución para un
cambio conductual debe ligarse cada vez más a un carácter cognoscitivo,
entenderemos que quien se percibe así mismo como eficaz, reduce sus miedos
anticipatorios e inhibiciones y refuerza las fuerzas para alcanzar el objetivo
deseado. Para ello deben tenerse presente las fuentes principales de las
expectativas de eficacia y los medios por los que operan los diversos modos de
influencia, esto es: los logros de ejecución, la experiencia vicaria, la
persuasión verbal y la excitación emocional. Esto es así porque el sujeto no
necesita en cada momento descubrir las posibles consecuencias de cada estímulo,
lo hace generalmente a través de explicaciones verbales, observando en muchos
casos cómo se refuerza la conducta de otros en diferentes situaciones, pudiendo
deducir que las acciones de los demás tienen un valor predictivo al
correlacionarse con determinadas consecuencias.
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