jueves, 1 de agosto de 2019


La violencia una Conducta Adquirida.
(Cuarta parte)
Determinantes consecuentes
La conducta está regulada por las consecuencias de las acciones, descartando aquellas respuestas no recompensadas o que producen castigo; y es que, las consecuencias de las respuestas influyen en la conducta de forma antecedente al crear la expectativa de resultados similares en futuras ocasiones. ¿Es el reforzamiento una acción “útil” y valiosa para la modificación de conductas? ¿Qué peso y eficacia puede llegar a tener un refuerzo? ¿Puede provocar un efecto contrario al deseado? ¿Hasta qué punto puede la persona controlar las reacciones de su cuerpo y regular su conducta? El autor nos presenta estos interrogantes como base de este capítulo y comienza desde ejemplos ilustrados a explicar diferentes formas de regular los procesos corporales, destacando: el reforzamiento a modo de feed-back externo, los mecanismos de atención y las posibilidades que “ofrece” la actividad cognitiva. Hay que tener presente que los incentivos no siempre son los mismos y varían parejos a las experiencias del desarrollo, destacando como fin último la efectividad de las reacciones sociales que permite a las personas influirse unas a otras. Pero esta efectividad no es inmediata, como muchas de las actividades que las personas desarrollan, necesita de un aprendizaje para “dominarlas” y que resulten gratificantes desde las consecuencias que se producen de un modo natural. De este modo y teniendo presente el debate que suscita el efecto del refuerzo y su “medida” (forma de estructurar las contingencias del reforzamiento), se podrá diferenciar el refuerzo extrínseco del intrínseco. Mientras que en el primero las consecuencias de la conducta son externas y su relación con la conducta arbitraria, en el segundo no existe una recompensa externa aparente. El segundo bloque importante del que nos habla el autor en este capítulo hace referencia al esfuerzo vicario; nos referimos a él cuando un observador aumenta la conducta después de haber observado cómo otros individuos han sido recompensados al realizarlas. Correlativamente en el castigo vicario la observación de un comportamiento con consecuencias negativas reduce la tendencia a comportarse de forma parecida. Este esfuerzo va a depender en gran parte de la medición de sus efectos, ya sea en términos de aprendizaje o de ejecución según sea la fuerza relativa de las consecuencias experimentadas directamente y de los observadores. Una de las reflexiones a tener en cuenta y que parece del todo obvia es aquella en la que se afirma que “la persona que realiza una conducta puede encontrar diferencias para descubrir las conexiones entre sus acciones y los resultados de ellos, mientras que el sujeto observador puede concentrar su atención únicamente en descubrir las soluciones correctas”. Por otro lado, la teoría del aprendizaje social establece varios mecanismos por los que la observación de recompensas y castigos altera los pensamientos, sentimientos y las acciones de las personas, siendo las funciones más destacadas de este reforzamiento vicario: informativa, motivacional, aprendizaje emocional, valorativa y de influencia. El tercer bloque es el que refiere al autorrefuerzo. Tras todo lo dicho con anterioridad se puede afirmar que la conducta está controlada por la interacción de los factores externos con los generados por el propio individuo. La mayor parte de las conductas están bajo el control del autorreforzamiento, que es un proceso en el que los individuos mejoran y mantienen su propia conducta aplicándose así mismos recompensas si su comportamiento se ajusta a ciertas normas autodescriptivas. El autor nos explica los factores que determinan los tipos de criterios autoevaluativos que se eligen de entre las numerosas influencias de los diferentes modelos, y destaca entre otros: las diferencias de habilidades entre los modelos y observadores, el ambiente social y la inconsistencia colectiva. Por último, si tenemos en cuenta que el objetivo último del desarrollo social es transmitir normas generales de conducta que puedan servir como guía para la autorregulación en diversas actividades (al margen de unos criterios excesivamente estrictos de autoevaluación y a favor de una “correcta” autoevaluación), parece obvio que la persona se esfuerce por realizar actividades que funcionan como fuentes de autosatisfacción y rechace aquellas de consecuencias autodevaluativas.

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