La violencia una
Conducta Adquirida.
(Cuarta parte)
Determinantes
consecuentes
La conducta está regulada por las consecuencias de las
acciones, descartando aquellas respuestas no recompensadas o que producen
castigo; y es que, las consecuencias de las respuestas influyen en la conducta
de forma antecedente al crear la expectativa de resultados similares en futuras
ocasiones. ¿Es el reforzamiento una acción “útil” y valiosa para la
modificación de conductas? ¿Qué peso y eficacia puede llegar a tener un
refuerzo? ¿Puede provocar un efecto contrario al deseado? ¿Hasta qué punto
puede la persona controlar las reacciones de su cuerpo y regular su conducta?
El autor nos presenta estos interrogantes como base de este capítulo y comienza
desde ejemplos ilustrados a explicar diferentes formas de regular los procesos
corporales, destacando: el reforzamiento a modo de feed-back externo, los mecanismos
de atención y las posibilidades que “ofrece” la actividad cognitiva. Hay que
tener presente que los incentivos no siempre son los mismos y varían parejos a
las experiencias del desarrollo, destacando como fin último la efectividad de
las reacciones sociales que permite a las personas influirse unas a otras. Pero
esta efectividad no es inmediata, como muchas de las actividades que las
personas desarrollan, necesita de un aprendizaje para “dominarlas” y que
resulten gratificantes desde las consecuencias que se producen de un modo
natural. De este modo y teniendo presente el debate que suscita el efecto del
refuerzo y su “medida” (forma de estructurar las contingencias del
reforzamiento), se podrá diferenciar el refuerzo extrínseco del intrínseco.
Mientras que en el primero las consecuencias de la conducta son externas y su
relación con la conducta arbitraria, en el segundo no existe una recompensa
externa aparente. El segundo bloque importante del que nos habla el autor en
este capítulo hace referencia al esfuerzo vicario; nos referimos a él cuando un
observador aumenta la conducta después de haber observado cómo otros individuos
han sido recompensados al realizarlas. Correlativamente en el castigo vicario
la observación de un comportamiento con consecuencias negativas reduce la
tendencia a comportarse de forma parecida. Este esfuerzo va a depender en gran
parte de la medición de sus efectos, ya sea en términos de aprendizaje o de
ejecución según sea la fuerza relativa de las consecuencias experimentadas directamente
y de los observadores. Una de las reflexiones a tener en cuenta y que parece
del todo obvia es aquella en la que se afirma que “la persona que realiza una
conducta puede encontrar diferencias para descubrir las conexiones entre sus
acciones y los resultados de ellos, mientras que el sujeto observador puede
concentrar su atención únicamente en descubrir las soluciones correctas”. Por
otro lado, la teoría del aprendizaje social establece varios mecanismos por los
que la observación de recompensas y castigos altera los pensamientos,
sentimientos y las acciones de las personas, siendo las funciones más
destacadas de este reforzamiento vicario: informativa, motivacional,
aprendizaje emocional, valorativa y de influencia. El tercer bloque es el que
refiere al autorrefuerzo. Tras todo lo dicho con anterioridad se puede afirmar
que la conducta está controlada por la interacción de los factores externos con
los generados por el propio individuo. La mayor parte de las conductas están
bajo el control del autorreforzamiento, que es un proceso en el que los
individuos mejoran y mantienen su propia conducta aplicándose así mismos
recompensas si su comportamiento se ajusta a ciertas normas autodescriptivas.
El autor nos explica los factores que determinan los tipos de criterios
autoevaluativos que se eligen de entre las numerosas influencias de los
diferentes modelos, y destaca entre otros: las diferencias de habilidades entre
los modelos y observadores, el ambiente social y la inconsistencia colectiva.
Por último, si tenemos en cuenta que el objetivo último del desarrollo social
es transmitir normas generales de conducta que puedan servir como guía para la
autorregulación en diversas actividades (al margen de unos criterios
excesivamente estrictos de autoevaluación y a favor de una “correcta”
autoevaluación), parece obvio que la persona se esfuerce por realizar
actividades que funcionan como fuentes de autosatisfacción y rechace aquellas
de consecuencias autodevaluativas.
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